Crónica de una posada anunciada

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Por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Este día el sonido del timbre escolar para iniciar las actividades reviste una expectativa especial, casi como si contaran los segundos en cuenta regresiva, los alumnos esperan la estridencia de su anuncio.

Tras el aullido de la sirena, a tropel entran en los salones, se empujan, se abrazan, ríen, mientras los mesabancos sufren las consecuencias de su irrupción.

Cruzando la explanada, un maestro cargado con frituras, pastel y refrescos evita a un niño que corría por su izquierda, por derecha, evade a una niña que persigue un globo; camina firme a su meta, a su aula.

-Dile al trabajador manual que me preste una extensión para conectar la olla, se me olvidó. Manda la maestra angustiada a un alumno.

-Ay no! Apenas vamos entrando y ya andas así! Recrimina el maestro a una pequeña cuyo vestido fue decorado con betún.

-Bájate, Bájate por favor de la silla, te puedes caer. Ordena la docente a un festivo niño que se bambolea al ritmo de Picuus.

-Los desechables? No puede ser! Ve a dirección a ver si de casualidad quedaron de la Kermess pasada. Solicitan a un pequeño que ni atención presta por golpear la piñata que aun ni cuelga del alambre.

Parece que todo el personal convive en una sucursal del manicomio, gritos, quejas, niños deslizándose por los suelos, niñas rodando sobre las rampas, unos jugando luchitas otros llorando por un balonazo.

La escuela se asemeja a una partida de lotería: los dulces, el plato, el tenedor, la pizza, el pollo, los chetos, los chicharrones. Solo falta el grito de buenas.

Las bocinas a todo lo que da mientras la conserjería se vacía pues los trapeadores y escobas no se dan abasto.

Y contrario a los niños, este día el sonido del timbre escolar para concluir las actividades reviste una expectativa especial, el personal educativo desea que ya, por fin suene.

-Una posada más concluida, exclama exhausta una maestra, mientras se alisa su ropa mascullada de tanto subir, bajar, caminar y cargar.

-Sí, aunque super cansado pero pues todo se disfruta. Bendita profesión. Le contesta su compañero quien seca de su frente el sudor del ajetreado dia.