Opinión por: Mtro. Norberto Guerra Mendias
La violencia familiar representa un grave problema social que impacta a toda la población, generando profundas consecuencias psicológicas, sociales, laborales y económicas. Este fenómeno abarca diversas formas de abuso, ya sea psicológico, físico, sexual o patrimonial, que se manifiestan entre los integrantes de una familia.
“Las causas estructurales como la falta de trabajo y la preocupación por el dinero aparecen en torno al 30% de los casos, y el alcohol en más de un 40%. Otros estudios señalan que una buena parte de los agresores y las agredidas vivieron en su infancia ambientes de padres agresivos o alcohólicos y más de un 50% de los hombres violentos se criaron en ambientes familiares violentos” (Torres Rivas, Elizabeth; Salazar, Teresa; Rincón, Vitalia, 2005).
En el estudio antes expuesto se exhiben porcentajes de las causas más comunes por las que se origina la violencia en los hogares, aproximadamente el 50% de las y los niños presentan conductas violentas en sus relaciones sociales, estas conductas se descargan hacia otras niñas y niños, otros adultos, parientes, inclusive, hacia sus propios padres, es decir, pudieran ser excesivamente violentas y violentos. Por otro lado, aproximadamente un 30% de las y los niños son intensamente antisociales, retraídos y algunos depresivos, no logran establecer vínculos afectivos o emocionales por el trastorno post traumático estancado deteriorando su salud emocional, solamente un breve aproximado del 20% de las y los niños no exhibe trastornos derivados de la violencia.
Las personas que sufrieron violencia familiar sobrellevan afectaciones emocionales a lo largo de su historia. En diversos estudios realizados sobre el bullying escolar, se evidencia una relación entre agresores y víctimas de agresión con la violencia familiar, además, las personas víctimas de violencia familiar podrían desarrollar problemas de adaptación, falta de apego, de comunicación, de adaptabilidad e inseguridad, también se asocia con el abuso de substancias, problemas psicológicos y físicos, restringiendo a las víctimas de la violencia familiar a establecer un sano desarrollo emocional, fabricando de esta manera personas disfuncionales socialmente.
En el contexto diverso de la vida moderna, es fundamental que todas y todos los integrantes de la familia, especialmente los padres, trabajen constantemente en mejorar y fortalecer una comunicación efectiva con sus hijos, sin importar su género. Esto permitirá fomentar su autoestima, enfrentar desafíos, manejar el estrés y desarrollar habilidades para relacionarse.
En navidad, se reúnen las familias para conmemorar el nacimiento del hijo de Dios, la persona que vino a revolucionar a la humanidad, trayendo y compartiendo un mensaje de paz, amor y cordialidad. Fructifiquemos este acercamiento para reflexionar sobre nuestras historias de vida y cómo han sido nuestras relaciones familiares; aprovechemos para restaurar nuestra salud emocional y recapacitar sobre nuestras conductas, por la restauración de nuestras familias y por una sociedad con valores libre de violencia.
¡Feliz navidad!
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